Mononucleosis infecciosa: síntomas y contagio

2 de septiembre de 2025

Hay enfermedades que aparecen sin previo aviso, te dejan sin energía y te obligan a parar tu rutina habitual. La mononucleosis infecciosa es una de ellas. A menudo empieza como un simple dolor de garganta o un cansancio que parece no tener fin, pero pronto se convierte en algo más. No es grave en la mayoría de los casos, pero sí molesta, duradera y fácil de contagiar. Por eso es importante reconocer sus síntomas cuanto antes y tomar precauciones, sobre todo en casa o en entornos donde existe contacto físico o se comparten utensilios.

En este artículo encontrarás información para que puedas identificar los síntomas, entender cómo evoluciona y saber cómo evitar que se propague entre quienes te rodean. Porque sentirte mal no es lo peor; lo difícil es no saber qué te pasa ni cómo actuar. Aquí te lo explicamos paso a paso.

¿Qué es la mononucleosis infecciosa?

La mononucleosis está causada principalmente por el virus de Epstein-Barr (VEB) y afecta sobre todo a jóvenes y adolescentes (1), aunque puede aparecer en cualquier edad. Su apodo popular, “la enfermedad del beso”, ya nos da una pista de cómo se transmite.

Pero más allá del nombre, la mononucleosis tiene un proceso vírico que puede confundirse con otras dolencias y que, si no se detecta a tiempo, alarga el malestar durante semanas.

Síntomas de la mononucleosis infecciosa

Los síntomas suelen aparecer de forma gradual, y pueden dividirse en fases:

1. Cuadro inicial (primera semana):

  • Cansancio general, que puede llegar a ser intenso.
  • Malestar general, incluso ligera fiebre.
  • Pérdida de apetito y dolor de cabeza.
  • Dolores musculares leves.

2. Fase aguda (entre el día 7 y 14):

  • Fiebre continua o recurrente.
  • Dolor de garganta, a veces muy intenso, con enrojecimiento o placas (exudado).
  • Ganglios inflamados, sobre todo en el cuello.
  • Aumento del tamaño del bazo y, en ocasiones, del hígado.
  • Cansancio persistente (astenia), pérdida de apetito e incluso náuseas

3. Fase de recuperación:
En la mayoría de los casos la fiebre y el dolor de garganta remiten tras unas semanas. Sin embargo, el cansancio puede tardar en desaparecer entre uno y tres meses, según la persona.

Herpangina: tratamiento recomendado

No existe un tratamiento específico para la herpangina, puesto que se trata de una enfermedad vírica que suele desaparecer por sí sola en unos pocos días. 

El objetivo del tratamiento es aliviar los síntomas y mejorar el confort del paciente mientras el sistema inmunitario combate la infección.

Las recomendaciones habituales son:

  • Bajar la fiebre con paracetamol o ibuprofeno, siempre bajo indicación médica.
  • Hidratación constante: ofrecer agua, suero oral o bebidas frías para calmar la garganta.
  • Alimentos blandos y fríos, como yogures, purés o helados, que no irriten la boca.
  • Evitar los alimentos ácidos o salados, ya que pueden causar escozor.
  • Mantener el descanso para ayudar al sistema inmunitario.

Para el dolor de garganta en adultos o niños mayores de 6 años, los comprimidos para chupar de Angileptol, con efecto anestésico, antiinflamatorio, antiséptico y calmante, pueden ayudar a calmar la irritación y mantener la garganta más aliviada.

En ningún caso deben utilizarse antibióticos, ya que no son efectivos contra los virus. Si tienes dudas, consulta siempre con tu pediatra o médico de familia.

¿Cuánto dura la herpangina?

La herpangina suele durar alrededor de una semana. La fiebre aparece al principio y dura unos 2-3 días, mientras que las lesiones en la boca pueden tardar un poco más en curarse. Durante ese tiempo, es importante mantener la hidratación y aliviar el malestar general y el dolor de garganta.

¿Cómo se contagia la herpangina?

Se transmite principalmente por contacto con secreciones respiratorias (saliva, mucosidad) o con las heces de personas infectadas. Por eso, es fácil que se propague en espacios compartidos, sobre todo si no se extreman las precauciones de higiene.

El contagio puede ocurrir incluso antes de que aparezcan los primeros síntomas y durante varios días después de que desaparezcan.

Prevención de la herpangina: higiene y sentido común

Para reducir el riesgo de contagio de la herpangina, es recomendable seguir estas medidas preventivas, sobre todo en entornos con niños pequeños:

  • Lavarse bien las manos con agua y jabón, especialmente después de cambiar pañales o sonarse la nariz.
  • Usar pañuelos desechables y tirarlos en un lugar sin acceso.
  • Evitar compartir utensilios, vasos o chupetes. 
  • Utilizar toallas individuales.
  • La persona enferma debe permanecer en su casa hasta que finalice el periodo de contagio.
  • Limpiar y desinfectar a menudo las superficies y objetos que se tocan con frecuencia
  • En caso de brotes o contagios cercanos, puede ser útil el uso de mascarilla por parte de los cuidadores.

¿Hay que ir al médico para tratar la herpangina?

Aunque la herpangina suele resolverse sin complicaciones, como otra enfermedad vírica, siempre es recomendable consultar con el médico o pediatra si:

  • La fiebre dura más de 3 días o es muy alta.
  • El niño no acepta líquidos o muestra signos de deshidratación (orina escasa, labios secos).
  • Aparece somnolencia excesiva o decaimiento.
  • Las lesiones bucales empeoran o sangran.
 
 

La herpangina puede asustar al principio, pero con cuidados básicos y algo de paciencia, se cura sola en pocos días. El tratamiento se basa en aliviar los síntomas y ofrecer un entorno tranquilo y cómodo para que el cuerpo se recupere. Por supuesto, ante cualquier duda o empeoramiento, consulta con tu profesional sanitario de referencia.

REFERENCIAS:

https://www.aeped.es/sites/default/files/documentos/3_enfermedades_exantematicas.pdf